sábado, 19 de abril de 2008

Laicismo y libertad religiosa

Por Andrés Ortega

La libertad religiosa está mejor garantizada en los países en los que hay separación entre Iglesia y Estado. Tras escribir esta frase pensando en algunas sociedades en que las que la musulmana es la religión oficial, me percaté de que simplemente no era verdad. No lejos de nosotros podemos encontrar varios ejemplos: En Inglaterra, no sólo hay una iglesia oficial sino que la Reina es la cabeza de la Iglesia Anglicana (y por eso hay también reticencias a ver subir al trono a su hijo Carlos al estar ahora casado con una divorciada). Es hoy una de las sociedades más descreídas o en las que la religión pesa menos en la vida individual de los ciudadanos. En Noruega o Suecia también hay una religión de Estado. Incluso en Grecia, pese a no ser una monarquía. Y sin embargo, en todos estos países hay una plena libertad religiosa.

El concepto de lo laico puede llegar a ser irreal. En Holanda un 60% de las escuelas son religiosas. En Bélgica quizás incluso más. Siempre financiadas por el Estado. En España la mayoría de la enseñanza concertada (es decir pagada y supervisada por el Estado) es católica. En muchos países europeos hay regulaciones que no están en alineadas con la teórica separación entre Iglesia y Estado. En EE UU, una de la sociedades más religiosas del mundo, hay una separación formalmente tajante entre religión y Estado, pero el factor religioso -que no cabe olvidar está en su origen- está muy presente en la vida pública y crecientemente en la política.

Se dice a menudo que el laicismo y la separación Iglesia-Estado nacieron de las guerras de religiones del siglo XVI. No es así. Lo que salió de aquellas guerras del siglo XVII fue el principio de una sola religión de Estado, según la máxima cuius regio, eius religion (de tal rey, tal religión), y el de la tolerancia. Las batallas por el laicismo se dieron sobre todo en el siglo XIX. Y probablemente vuelvan en parte, no sólo en Europa, ante el crecimiento del religionismo, es decir, de un nuevo intento de hacer penetrar las religiones en el Estado. Aunque cada vez con mayor dificultad dada la mayor diversidad de los credos. El nuevo laicismo en democracia tiene que tener en cuenta e incorporar esta diversidad, fomentar la libertad religiosa, pero también la idea de que ésta debe incluir la libertad a criticar cuestiones religiosas, con respeto, responsabilidad y conocimiento.

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