sábado, 19 de abril de 2008

Perder la herencia laica

Ana Muñoz
Periodista
--------------------------------------------------------------------------------

“Se pueden tolerar los errores de opinión, hasta los más indignos, allí donde la razón esté libre de combatirlos”, defendía Thomas Jefferson. Hoy, Jefferson tendría problemas con la justicia en la Unión Europea al defender uno de esos “errores de opinión” como es la negación del Holocausto u otras doctrinas que justifiquen delitos de genocidio. En países como España, por ejemplo, la máxima instancia, el Tribunal Constitucional, lleva más de siete años deliberando esta cuestión. Sin embargo, la opinión pública europea permanece adormecida ante la “rebaja” de sus derechos fundamentales y el intento de algunos de imponer modelos hace años superados.

La periodista española, Soledad Gallego-Díaz, se sorprendía hace unos días al ver que los ciudadanos europeos no se levantan ante situaciones como las que se viven en uno de los recientes miembros de la Unión: Polonia. Los gemelos Kacynski se han alzado como la voz de los “neocruzados” de Europa y están dispuestos a recristianizar este territorio y hacer olvidar esa herencia laica que caracteriza a la “nueva Europa”. En Polonia, se alzan voces para que se condene a cadena perpetua a las mujeres que decidan abortar, se ha presentado un proyecto para impedir a los homosexuales dar clases, la ley obliga a los funcionarios a denunciarse entre ellos si colaboraron con los comunistas… se atemoriza a la población a través de la ondas del peligro que corren si apuestan por actitudes progresistas que apuestan por mejorar el Estado de bienestar. Y ante todo ello, la burocracia europea permanece impasible. Como dice un refrán español, “si ves las barbas de tu vecino cortar, pon las tuyas a remojar”.

Polonia parece un país lejano, pero ¿nada tienen que decir los ciudadanos de Europa sobre la campaña para que se mencione “la herencia cristiana” en los nuevos tratados europeos, que saquen a la UE de la paralización actual? Nadie niega la herencia cristiana de Europa. La cultura europea no podría entenderse sin el cristianismo: arte, arquitectura, literatura… Sin embargo, no es la única. Atenas, Roma, la Revolución Francesa… también han dado una serie de valores sin los cuales Europa no tendría sentido. Y entre ellos, la separación del Estado de la Religión.

El laicismo ha sido una conquista de los ciudadanos que ha costado mucho conseguir, aunque las nuevas generaciones europeas lo hayan olvidado. España, sin ir más lejos, durante los cuarenta años de dictadura fue un Estado confesional, católico, donde los homosexuales eran perseguidos y el matrimonio por la Iglesia era obligatorio para vivir en pareja.

La confesión religiosa debe permanecer dentro de los derechos individuales de los ciudadanos. Ser practicante de una u otra fe es una elección personal que nada tiene que ver con privilegios o delitos. Soledad Gallego-Díaz escribía que si las cosas se “tuercen” los obispos católicos pronto pedirán que se considere un delito reírse de la religión, algo que también forma parte de la esencia europea, como se defendió tras la publicación de las controvertidas “viñetas de Mahoma”.

Es necesario que llamemos a las cosas por su nombre y desvanecer la cortina de humo que se alza al poner en duda algunas cuestiones. Los ciudadanos europeos tenemos que estar atentos a lo que ocurre y estar dispuestos a participar en los debates sociales que se presenten. No se puede permanecer callado ante aquellos que tratan de “robar” una de las señas de identidad de Europa.

VISION CRITICA DEL LAICISMO EN AMÉRICA LATINA

Por Jeamil Burneo
Loja, Loja, Ecuador

Pues bien, iniciaré citando del acopio de frases ajenas: “que el laicismo no es otra cosa que un marco de relación en el que los ciudadanos podemos entendernos, sin entrar en temas a los que cada individuo aplicamos nuestras íntimas convicciones personales. Laicismo es levantar puentes que permitan comunicarnos desde la desigualdad, pero en convivencia, porque se trata de unir lo diferente. Laicismo es sinónimo de tolerancia.

El laicismo carece de connotaciones doctrinarias y no se ve obligado a luchas anticlericales, aunque las doctrinas sean legítimas, y sea legítimo también no estar de acuerdo con ciertas posturas del clero. Gracias a esta concepción del laicismo nos es dado ver en cada uno de nuestros conciudadanos a seres libres e iguales a nosotros, sin que nos deba importar la etnia a la que pertenezcan, el partido político al que voten o las convicciones que zarandeen su espíritu.

Evidentemente, la separación del estado con la iglesia, deviene de una suerte de eslabón necesario para conseguir el ejercicio pleno de las libertades y que satisfaga la necesidad imperiosa de ser tratados todos por iguales. Precisamente estos preceptos tomados como emblema de algunos grandes cambios históricos (libertad, igualdad y fraternidad) y expresados no solamente en este tema y cuerpo ideológico (pues precisamente subyace a la expresión de ideas…. sobre el manejo del estado, la pretensión del bien común, la coexistencia pacífica, ideas generatrices… etc.) evidencian el arduo trabajo que implementan algunos grupos referidos a la consecución del laicismo “real”, coligiendo esta demarcación justamente en la certeza de que del dicho al hecho hay mucho trecho. Tomando distancias con el inmovilismo propio de los “consensos y la tolerancia”, casi se hace imperativo elevar una voz de alerta, ante el estado de laicismo en nuestro país y el Latinoamérica.

En el terruño propio (ciudad de Loja en Ecuador) y siendo un simple espectador de los acontecimientos que se han encaramado en la prensa local, muchas veces pasamos por “normal” las imprecaciones ostentadas por personajes que les da por fácil y lógico en erigirse en los custodios del bien moral público. En otras partes dichas declaraciones altisonantes incluidas en alusiones provocan la ira entendible de quienes han dado a llamarse librepensadores contemporáneos, desde legislaciones relacionadas a la libertad de procreación, el retorno sutilmente esperado de la asignatura de religión en los establecimientos mayoritariamente privados, lo cual no importaría, pero también la sólo idea de ponerlos en la mochila del escolar fiscal ecuatoriano (como alusión a la mediocre actuación de Durán Ballén).

No se diga la inmutabilidad del clero lojano ante el requerimiento ciertamente razonable, de aquella junta parroquial elegida por la mayoría de habitantes del sitio preciso en donde se levanta la basílica de El Cisne, indignados reclamos, éstos últimos, que han pasado de los encendidos debates seudo políticos a pequeños murmullos mediáticos… silenciados de una manera curiosa.

Precisamente, es que nos pasa aquello… que el laicismo o la laicidad (si de moderar posiciones adogmáticas se trata) del hoy, ha dejado por saldar algunas cuentas, de aquellas afirmaciones de “primera generación” entre las cuales irrenunciablemente hoy podemos dejar sentado por obvias algunas instituciones laicas como el matrimonio civil, el voto femenino, la educación fiscal, a los requerimientos contemporáneos antes la mencionada arremetida en el sentido contrario.

Nos encontramos, pues, conque nuestro declarado laicismo vuelve a ser relevante. Y lo es, porque su objetivo no sólo apunta a enfrentar el dogmatismo religioso. El laicismo nació como una barrera que debía proteger la libertad de pensamiento frente a la superstición, al fundamentalismo, al totalitarismo. Era el faro que debía irradiar sobre la sociedad la tolerancia, como factor indispensable para que ésta pudiera desarrollarse.El laicismo hoy, más que nunca, hace honor a su definición contra cualquier tipo de dogmatismo, sea político, social, económico, religioso.

Pero, al mismo tiempo, se define por ganar cada vez mayores espacios para la cultura de los ciudadanos. Por recuperar en las instancias mediáticas ciertos niveles de educación que la comunidad tiene que recibir. De ello depende, en gran medida, la fortaleza moral que acompañará a la sociedad. Porque son los medios quienes hoy fijan pautas de comportamiento, imponen costumbres y modas. Por la vía de la estética llega a la ética y de allí estimulan comportamientos morales que ciudadanos poco informados y ya influidos por mensajes abiertos o subliminales de extraordinaria potencia, no son capaces de rechazar. Están incapacitados para ejercer de manera adecuada el discernimiento.Este es otro de los compromisos del laicismo. Un compromiso que tiene que ver con la igualdad. Con la necesidad de que todos dispongamos de la posibilidad de alcanzar estadios más altos de educación, teniendo como único límite nuestras propias capacidades intelectuales. Y, en las actuales condiciones, ya no basta con la instrucción en el aula. Sobre todo porque la estructura educativa cambió.

En la actualidad, la madre debe enfrentar la necesidad de afirmar el presupuesto familiar haciendo aportes concretos a través de su trabajo, que generalmente realiza fuera del hogar. Por lo tanto, la formación que reciben sus hijos en casa proviene cotidianamente de la TV. Cada chileno tiene, en promedio, una sesión televisiva de tres horas diarias. Y si este resultado se estratifica por edad, el promedio horario aumenta en los más jóvenes. El laicismo que podemos concebir en estos días debería visualizarse también como defensor del libre examen, rechazando la exclusión, estimulando profundamente la tolerancia, en la medida en que acepta la diversidad, luchando por conquistar nuevos espacio para el ciudadano en las más variadas actividades, aunando esfuerzos por intensificar la democracia, la solidaridad.En la actualidad, el Congreso discute una ley de divorcio vincular (la cita se refiere a la situación chilena).

La Iglesia Católica ha desarrollado toda su variada batería de presiones para impedir que tal proyecto gubernamental sea aprobado. De tener éxito en su propósito, Chile seguirá siendo uno de los dos países que en el mundo carecen de una ley que norme la separación de cónyuges que enfrentan un fracaso matrimonial. Tal realidad ha sido posible gracias a la férrea postura impuesta por las jerarquías eclesiásticas en el pasado.Pero en esta oportunidad han ido más allá. Pretenden que el Congreso Nacional desconozca avances alcanzados a comienzos del siglo XX, luego de largas luchas en que el laicismo logró que Estado e Iglesia separaran sus esferas de acción.Esta es la clara manifestación de un pensamiento conservador, fundamentalista, que intenta imponer sus particulares punto de vista a toda la sociedad. Independientemente del derecho que le corresponde a la Iglesia Católica de dictar normas morales para sus fieles, el conjunto de la comunidad no tiene por qué aceptar su visión de mundo. Es la libertad de pensamiento la que se encuentra amenazada.”[1]Y es que a nuestro país le pasa algo parecido, sumergido en aquella aletargada somnolencia característica “la crisis” que ya por costumbre se nos ha vuelto cotidiana, se le ha pasado por alto acontecimientos preocupantes, vale decir esto ha ocurrido con la anuencia, por no decir complicidad, de los políticos quienes eluden recurrentemente el afrontar temas lesivos a la conciencia mayoritariamente confesional.Y es que el problema, al fin y al cabo, se resume en la satisfacción también de las minorías, quienes no han tomado postura por la religión mayoritaria, deberían acostumbrarse y adaptarse a los parámetros de la mayoría?. Aquellas dudas abordadas ya hace mucho tiempo por los librepensadores, hoy son aún tema de discusión, en un entorno, que a nivel mundial ha extremada el odio racial y religioso.El librepensamiento es propio del ser humano que ha evolucionado y que pone la Razón por encima de otras consideraciones acomodaticias cubiertas, casi siempre, por el manto de una religiosidad basada en prejuicios y dogmas indiscutibles y que considera a la humanidad como menor de edad, todo ello en beneficio de unas determinadas oligarquías que han hecho un ensamblaje perfecto entre el "Trono y el Altar" para mantener sus privilegios y su dominación sobre los diferentes grupos humanos.Las castas políticas y religiosas han ido desde los tiempos antiguos, y durante muchos años, estrechamente unidas y de común acuerdo para dominar a la humanidad, ya que ello les resolvía a ambas su necesidad de defensa: defensa material contra el hombre mismo y los animales salvajes y dañinos, y defensa espiritual contra las fuerzas ciegas y brutas de la naturaleza.Por ello la esencia del librepensamiento es su lucha contra las imposiciones ideológicas y los dogmas religiosos manteniendo como elementos básicos en su pensamiento la no aceptación, sin discusión y críticamente, de las ideas del poder establecido, el rechazo de la validez legitimadora de lo que algunos malentienden por tradición y la crítica de las autoridades establecidas.[2]“El extenso y complejo subcontinente que es América Latina está sellado por un denominador común: la conquista y colonización hace cinco siglos por los imperios español y portugués, uno de cuyos elementos indisociables fue la evangelización católica.

La instauración en el curso del siglo XIX de repúblicas independientes en América Latina, se inspira en el modelo liberal de la Revolución francesa y se promulgan las Constituciones que definieron los principios formales que idealmente debían orientar la nueva sociedad. Sin embargo, la necesidad de secularización, que subyace a los principios de libertad e igualdad, fue heterogénea y existe en América Latina diferentes grados de relación entre los Estados y la iglesia católica.Es en América Latina, dónde por primera vez se refleja la idea de laicidad en una norma de rango constitucional: es el caso de la Constitución Política de los Estados Mexicanos como resultado del proceso iniciado en la Constitución de 1857 y posteriormente plenamente vigente en la de 1917, con artículos muy precisos en materia de educación, culto, propiedad, etc. Sin embargo, los ideales de modernidad le supusieron a México enfrentar la rebelión cristera (1927-1929), promovida por la jerarquía católica que se levanta contra la nueva Constitución y la República.Existen otras Constituciones laicas, como la de Cuba y Uruguay.

En el otro extremo países como Argentina y Bolivia siguen siendo Estados que sostienen el culto católico sin apreciables esfuerzos de separación.Un aspecto común en los países es escuchar a políticos, intelectuales aseverar la ya existencia de separación entre Estado e iglesias, o declarar que los Estados son laicos; hipótesis que podría explicar el por qué la defensa de la laicidad no es un tema prioritario en la agenda política de las democracias latinoamericanas, además del costo político de enfrentarse a los poderes clericales. Sin embargo, esta posible laicidad formal –confusa en las Constituciones- queda anulada a través de un conjunto de normas que otorgan privilegios a la iglesia católica fundamentalmente, a cuya cabeza están los Concordatos con el Vaticano que son entendidos como acuerdos bi-nacionales de rango superior a las leyes comunes que implican injerencia de la iglesia católica en las políticas públicas, principalmente las educativas y por tanto, discriminación de las personas no católicas y vulneración del estado de derecho.En febrero el 2004, se ha desatado una polémica en Argentina sobre la relación entre el Estado y la Iglesia Católica a partir de la candidatura oficial para cubrir la vacante en la Corte Suprema de Justicia de Carmen Argibay, por definirse como atea militante y a favor de la despenalización del aborto. La iglesia católica ha desarrollado una sostenida campaña para tachar esta candidatura, incluyendo un comunicado público de la Conferencia Episcopal Argentina. En ninguno de los argumentos de esta Campaña se cuestionan las competencias profesionales para ejercer este cargo; sino la manera de pensar de la jurista. Curiosamente, al igual que le ocurrió a Alfonsin con la ley de divorcio civil, esta será una prueba de fuego para el presidente Kirchner.Ayudado por el marco legal, engañosamente secular, en las sociedades latinoamericanas, en distintos grados, la iglesia católica ha mantenido un rol de interlocutor privilegiado de los gobiernos, y un insistente protagonismo en las áreas claves de educación y políticas sociales. Si a esto se añade que América Latina es el continente con mayor número de población y organizaciones católicas en el mundo, es difícil suponer que el Vaticano renuncie fácilmente a su ejercicio de poder en el ámbito político, social y cultural de nuestros países.

Una consecuencia de esta configuración es una fuerte inhibición por parte de los políticos a emprender un debate secular sobre las políticas públicas propiciadas por el Vaticano en los países donde posee influencia. El temor se sitúa no sólo ante el poder político de la Iglesia católica, sino ante el poder social, de control social, que tiene la iglesia católica, a través de un instrumento de vital importancia, la educación.Un segundo aspecto importante es que estos “jueces de la moral pública”; difícilmente asumen la responsabilidad que adquieren al influir, limitar y trastocar las políticas públicas para impedir el libre desarrollo de los proyectos personales. ¿quién rinde cuentas de las miles de mujeres desescolarizadas por embarazos no deseados? ¿quién se hace responsable de la genocida omisión de oferta de condones y tratamientos para protegerse del VIH o sus consecuencias? ¿quién se hace responsable del familismo que implica miles de muertes de mujeres cada año asesinadas por sus parejas?. Las herramientas de los derechos humanos pueden ayudarnos a revisar la discriminación y exclusión de muchos hombres y mujeres producto de graves omisiones en nuestras políticas públicas. Este es un camino desde dónde podemos interpelar y exigir la secularización.

Un Estado laico significa que iglesias y Estado están realmente separados, y dónde el Estado no sólo es neutral (aconfesional), ya que debe intervenir para ubicar a las creencias en el ámbito privado, aunque los creyentes y sus organizaciones puedan tener manifestaciones en el espacio público. Implica que las religiones se sometan a las leyes comunes. En ese sentido es importante revisar los privilegios tributarios, educativos, y en materia de participación que tiene la iglesia católica en América Latina. El Estado laico tampoco debe reconocer a ninguna religión, son los creyentes los que deben hacerlo. La democracia es laica o no es democracia. Los Estados confesionales como el Vaticano o Irán no se legitiman en la soberanía popular y contradicen el principio mismo de la convivencia democrática.

El problema no son las opiniones, discutibles en un espacio democrático; lo inadmisible es como estos actores privados operan de manera privilegiada en la agenda política, rompiendo el principio de igualdad básica; y promoviendo de manera belicosa políticas religiosas.[3]“El laicismo en la educación, responde a las necesidades de un pueblo como el nuestro (se refiere a Uruguay), que ha aspirado a asegurar la libertad de conciencia, a afianzar mediante la educación, una forma de gobierno y un sistema de vida democráticos, en los que se exprese el pluralismo social y político del país y a respetar plenamente las garantías individuales y los derechos de todos.

La educación laica, es condición indispensable del desarrollo libre de los individuos, pues asegura la libertad de conciencia, tanto la de quienes adoptan alguna religión, como la de quienes no lo hacen. Además, ha evitado conflictos, privilegios, exclusiones y discriminaciones, que pueden dividir profundamente a los ciudadanos, y ha puesto a salvo de dichos conflictos a las comunidades escolares al respetar la libertad de creencias de los niños y de sus padres, aun siendo minorías, garantizando así el principio de igualdad.Una escuela no es el lugar donde se deban examinar creencias, sino donde se ofrezca ese marco de valores universales que hacen posible la convivencia de personas con diferentes credos y costumbres, y que ayuda al estudiante a revisar los que le son propios. Se debe proporcionar al alumno nociones y saberes, a fin de que construya respuestas para las grandes interrogantes que lo inquietan, y para poder elegir con fundamento las propuestas a las que se adhiere y sobre las cuales desea edificar su propia vida.”[4]Y debo rescatar precisamente estas últimas palabras, respecto que nuestros países deben incluir en la educación un cúmulo de valores vivenciales eminentemente adogmáticos y universales que fortalezcan el proceso individual de crecimiento, algo que en los últimos tiempos ha sido un tema recurrente al diálogo social y educativa, el de retomar el concepto de formación cívica y de lugar natal, aplicada las tendencias manifestadas.En la actualidad las posturas iniciales del laicismo continúan teniendo vigencia. Algunos pensadores cristianos que defienden el laicismo señalan, sin embargo, que si se admite que las religiones poseen unos valores positivos para la ciudadanía, el estado laico debe auspiciar y ayudar al desarrollo de estas confesiones.

A mi modo de ver ello no responde realmente a una auténtica defensa de la igualdad, sino que de, modo encubierto, se pretende que perduren las influencias y las concepciones que existían anteriormente. Otros pensadores consideran que las ideas y creencias religiosas son nefastas para la humanidad y por ello defienden que el estado laico actúe beligerantemente frente a ellas.Tanto es así, que se han apartado lugares, se han escogido armas y escenarios y en este franca arremetida de la iglesia católica se ha venido a afirmar lo siguiente:“el diálogo entre laicos y cristianos es siempre problemático, aun cuando el creyente “hombre de fe” puede muy bien ser también “hombre de razón”, sin tener que sentirse por esto laicista. En realidad, como observa G. E. Rusconi, “en la coyuntura político-cultural que está delineándose, está adquiriendo más importancia la distinción entre laicos y católicos que aquella entre izquierda y derecha” (La Stampa, 25 de abril de 2000; ver G. E. Rusconi, “Laici e cattolici oggi” (Laicos y católicos en la actualidad), en il Mulino, n. 388, marzo-abril de 2000, 209-221).Por lo cual juzguen ustedes amigos estamos haciendo una tormenta en un vaso de agua, o definitivamente se nos vienen tiempos de fronda.?
[1] Senador Enrique Silva Cima, Comunidad Virtual de Gobernabilidad, Desarrollo Humano e Institucional (Chile)
[2] Masonería, Laicismo y Librepensamiento, Josep Corominas i Busqueta.
[3] ¿ESTADO LAICO EN AMÉRICA LATINA?, Ana Güezmes, Editorial en Internet, PERU
[4] Jorge W. Ganón “ESCUELA HIRAM, 150 AÑOS DE LAICIDAD”

El laicismo, principio indisoluble de la democracia

Por Gonzalo Puente Ojea: Presidente Honorario de la Asociación Europa Laica*

1 . No me parece adecuado afirmar que el laicismo es simplemente una "praxis de la igualdad", pero que no es ni una filosofía, ni una doctrina, ni una moral social, como escribe Michel Morineau en el libro Laicidad 2000 (pág. 77). Ciertamente, el sistema de ideas que define el laicismo no puede asimilarse a una fe, ni a una ideología -si con este vocablo se significa, en sentido marxiano, la cobertura intelectual de intereses particulares frente al interés general-, pero es mucho más que una " práctica". Podría aceptarse que designa una "praxis" si esta se entiende como en sí misma inclusiva de dos dimensiones íntimamente asociadas, a saber: a) una concepción o interpretación teórica de la realidad social; y b) la plasmación fáctica de esa vertiente teorética en la vida colectiva de un entorno determinado. Sin esa segunda dimensión, toda práctica social resultaría ciega, no-significativa.

Si admitimos, como luego se verá, que el laicismo es un principio indisociable de un sistema político verdaderamente democrático, resulta sorprendente que multitud de gentes, y a veces muy cultivadas, ignoren realmente su esencia y sus consecuencias. Esta ignorancia o bien su ausencia en el sistema jurídico que debiera incorporarlo inequívocamente, revela la regresión intelectual que sufren hoy los políticos y los legisladores que a toda hora se llenan la boca -en este aspecto y en otros no menos graves- con la palabra democracia. El principio laicista, postula, en cuanto señal y cifra de la modernidad como hito histórico irreversible del autoconocimiento y la autoliberación del ser humano, la protección de la conciencia libre del individuo y de su privacidad, desalojando radicalmente de la res publica toda pretensión de instaurar en ella un régimen normativo privilegiado a favor de cualquier fe religiosa que aspira a "institucionalizarse" en forma de ente público al servicio de una supuesta revelación sagrada o mandato divino.

El laicismo, como sector relevante de un sistema de ideas, se fundamenta en una ontología, en una filosofía, y en una antropología específicas, que permiten desterrar esa confusa amalgama retórica de lexemas como libertad, igualdad, equidad, etc., y sin el menor rigor terminológico. Resulta inexplicable que sea reiteradamente omitida o silenciada la brillante contribución del filósofo suizo Alexandre Vinet para una sólida fundamentación del pensamiento laicista que nos ofrece en su Essai sur la manifestation des convictions (1839). sólo encontré una brevísima referencia a él en la entrada que se dedica al francés Auguste Sabatier (1839-l90l) en el Diccionario de Filosofía de J. Ferrater Mora, en su cuarta edición. Y al leerla surge de nuevo mi sorpresa al ver que no figura, entre las obras de Vinet que menciona, su precioso Essai, sin duda la de mayor valor para la filosofía política en general, y el laicismo en particular. Debo mi conocimiento de este ensayo a la lectura del importante libro del jesuita Joseph Lecler, L'Eglise et la Souverainetè de l'Etat (París,1944), que supo valorar la lógica implacable del helvético aunque no compartiera algunas de sus premisas.

2. Vinet nos brinda un riguroso asiento teórico del laicismo como elemento necesario para la legitimación del sistema democrático de libertades. Su esquema conceptual es tan lúcido como consistente, aun reducido a este enjuto núcleo: la sociedad como tal no puede tener religión. "Si la sociedad tiene una religión -escribe Vinet- es que tiene conciencia, ¿cómo prevalecerá la conciencia del individuo contra la de la sociedad? Sólo con su conciencia se enfrenta el hombre a la sociedad (…) Es imposible oponer soberanía a soberanía, omnipotencia a omnipotencia, imposible suponer que de todas las conciencias individuales y diversas resultaría una conciencia social (…) No, si la sociedad tiene una conciencia, lo es a condición de que el individuo no la tenga, y ya que la conciencia es la sede de la religión, si la sociedad es religiosa, el individuo no lo es" Como quiera que es incuestionable que solamente el ser humano como individuo psicofísico, la persona física, posee el atributo óntico de la conciencia y la autoconciencia, sólo él puede ser religioso o profesar una fe. Este sencillo teorema laicista de Vinet está saturado de consecuencias teóricas y prácticas.

A quienes hemos sido educados en la tradición católica, la argumentación diáfana de Vinet nos confronta repentinamente con una evidencia tan insoslayable como inesperada, porque en nuestro repertorio conceptual básico figura, como algo incuestionable, la idea de una Iglesia como sociedad sacramental de fieles a través del bautismo, sociedad que nos integra en creencias recibidas de ella en cuanto sujeto pasivo de una revelación sagrada que instituye un capital carismático que administra e interpreta con la nota de su infalibilidad, que los creyentes deben asumir como garantía de salvación. En la proclamación prepascual la ekklesía aún no era más que una asamblea escatológica de individuos expectantes ante la inminencia del Reino. En la proclamación postpascual, la asamblea es ya una comunidad santificada, la ekklesía tou Theu, el pueblo de Dios, la "raza elegida" según 1 Pedro 2.9-10. Será Pablo de Tarso quien construya el pueblo (laos) de Dios como soma tou Xristou (1 Cor 12.12; Efes 1.22-23) El sentido de este corpus mysticum cristiano, al margen de su espiritualidad o su referencia metafísica, de hecho corporaliza y sociologiza la asamblea de fieles, empujándola a formas cada vez más reificadas de conciencia, e instilando en los creyentes la noción de la existencia de una conciencia colectiva que los funde en las prácticas de un ritual común. Pese a los esfuerzos teológicos para alegorizar y suavizar el crudo organicismo y sociologismo que late en la eclesiología católica. En ésta se presiente la fenomenología religiosa de E. Durkheim y su sistematización de las representaciones colectivas, y la psicología del inconsciente colectivo de C. Jung.

3. Frente a la ominosa tradición católica, y a los desarrollos organicistas de los totalitarismos de nuestro tiempo, es urgente, en aras de la libertas, afirmar con energía que sólo existe un ser dotado de conciencia, y ese ser es el individuo humano. Al no existir ni mente colectiva, ni conciencia societaria, sólo el portador singular y único de una mente puede poseer conciencia y albergar en la intimidad de ese fuero íntimo, sentimientos y convicciones de orden religioso, es decir, relaciones con supuestas instancias de carácter sobrenatural. Así, sólo el individuo es, en último término, sujeto de derechos, y cualesquiera otros titulares de derechos lo son en cuanto imputables a los individuos. Es en el ámbito de su privacidad donde se configura la personalidad moral y jurídica del ser humano. La sociedad como tal no puede pensar, ni tener conciencia, ni poseer derechos en virtud de su propio estatuto ontológico colectivo. Sólo metafóricamente, y como reunión de individuos, es posible atribuir personalidad jurídica a las asociaciones, empleando al efecto una fictio mentis, y específicamente, en cuanto sujetos de derechos, una fictio iuris. Son "personas" exclusivamente per analogiam, pues los individuos que las constituyen son los únicos entes "imputables" y protagonistas del sistema jurídico. Como las sociedades no pueden tener religión alguna, tampoco pueden tener institucionalización alguna como unidad funcionalmente religiosa en la res pública. Perteneciendo ontológicamente la religiosidad al ámbito de lo privado, los poderes públicos en general, y a su cabeza el Estado, o en su caso la comunidad internacional, carecen ex natura del atributo de la religiosidad, así como de cualquier tipo de convicciones que habiten en el espacio de la conciencia. Es esta la premisa fundadora del laicismo.

4. Escribe impecablemente Lecler -aunque a fin de combatirlo- "para el liberalismo, la religión es un asunto privado, individual". Este axioma del laicismo, tiene su inmediato corolario por la pluma del mismo Lecler: "Una Iglesia no es una institución pública, sino una simple asociación de creyentes. No puede, pues, hacerse de ella una sociedad perfecta, concurrente y rival de las potencias temporales(…) Simple agrupación de conciencias religiosas, no depende en nada del poder civil; sólo le pedirá que lo deje vivir, solamente con las condiciones requeridas para el mantenimiento del orden público". Como cualquier otra asociación de individuos, de ciudadanos, desde una asociación de ateos, hasta una asociación literaria, científica, espiritista, deportiva…En el espacio público es necesario practicar, como regla usual, un relativismo metodológico como premisa de la tolerancia de quien admite que otro pueda tener razón, aunque en el foro recóndito de su conciencia tenga la convicción de estar en la posesión de la verdad. Por lo demás, el creyente tiene el pleno derecho a difundir su peculiar verdad. Pero sin reclamar privilegio alguno para su actividad proselitista en el plano convivencial de la privacidad y sin invadir el ámbito de lo público. El concepto de un Estado laico no admite ni la práctica de persecuciones políticas o administrativas contra iglesia o asociación civil alguna que se someta a las normas del Derecho civil común, pero tampoco consiente la concesión de mercedes o privilegios. Concluyendo su comentario al teorema laicista de Vinet, señala Lecler enfáticamente que un Estado auténticamente laico "no conoce a las iglesias más que para tutelarlas, lo mismo que a otras asociaciones privadas, según las reglas del derecho común". Las religiones no pueden ser entes de Derecho público.

La Iglesia Católica, que siempre ha sido y es el más recalcitrante adversario del laicismo, y que se presenta de modo arrogante como una sociedad perfecta y superior a los Estados por la suprema misión de extenderse hasta el último rincón de la tierra para predicar la Verdad absoluta y definitiva que le fue revelada en el proceso de la Heilsgeschichte (historia de la salvación), se ha ido amoldando a los aires de la modernidad, renunciando frecuentemente a la idea del Estado católico, pero solamente in verbo, nunca in pectore, y siempre aprovechando la ocasión que pudiera favorecerla. Ha tenido que aceptar, por consiguiente un régimen de separación del Estado, pero procurando que esta "separación" no sea absoluta y estricta, sino solamente relativa y limitada. Lo que la teología católica formula como un régimen de cooperación armoniosa entre un poder público de orden espiritual (Iglesia) y un poder público de orden temporal (Estado), más con una cierta preeminencia moral de la Iglesia en materias que afecten a los fines espirituales del ser humano. La mencionada cooperación armoniosa alcanza, en Estados de fuerte tradición católica, niveles y matizaciones diversos. En España, puede decirse que actualmente impera un criptoconfesionalismo o una confesionalidad "de facto". En todo caso, una manifiesta violación de la estricta separación de la religión y la política, según lo exige el laicismo genuino. En mis libros Elogio del ateismo (1995), Ateísmo y religiosidad (1997), y Opus minus (2002) hay un amplio desarrollo y compleción de lo tratado en este artículo, en el cual me veo obligado a omitir el tema principal de la enseñanza y la escuela en un sistema laicista.

La vigorosa tradición romántica alemana -aún muy presente hoy en diversas formas- ha privilegiado el término cultura, identidad cultural, en cuanto indicativo del substrato espiritual y comunitario de un pueblo (Volksgeist), tendencia que en el cesarista Oswald Spengler alcanzó un momentum álgido en contraposición al término civilización en cuanto abstracción universalista de la vertiente racional, científica y tecnológica de la sociedad occidental hacia metas fáusticas. La convivencia civilizada de los ciudadanos encuentra su origen etimológico y semántico en la forma política de la civitas con su entorno ecuménico, superadora de los pueblos bárbaros, o arcaizantes y patriarcalistas, o simplemente regresivos. El laicismo entraña por su ideario una vocación universalista, racionalista, y civilizadora; y por todo ello, postula el movimiento comprometido con la profundización y expansión de los derechos humanos en un contexto de un universalismo civilizatorio con los seres humanos en tanto que individuos como principales protagonistas de la historia. La igualdad y la libertad que reclama el laicismo es el desarrollo integral y autónomo de la conciencia libre como valor supremo del proceso de humanización y civilización de los ciudadanos. Estos valores no sólo imponen una elaboración teórica, sino también una estrategia. En la antigüedad tardía, el limes imperial funcionó a la vez como barrera y como filtro para la lenta romanización de pueblos primitivos guiados inicialmente por el deseo del botín y el pillaje, pero que acabaron por aportar un fresco impulso vital de afirmación libertaria del individuo a una sociedad esclerótica y decadente. En nuestra actual coyuntura de mundialización civilizadora, es necesaria la acompasada contribución de lo que Arnold Toynbee llamaba el proletariado externo, que mediante su explotación despiadada permite la continuidad de la acumulación capitalista con una alta tasa de plusvalía a favor del Primer Mundo. Los pueblos marginales deben ser incorporados generosamente. y sin pausas a la civilización , pero con la mirada alerta contra los riesgos que comportan para todos los ambiguos estereotipos de sociedades multiétnicas, culturas autóctonas, etc., que pueden ser, - -y ya lo son en algunos lugares- los vehículos de implantación de comunitarismos regresivos, frecuentemente de raíz religiosa, que ya comienzan a erosionar los principios laicistas de sociedades avanzadas, o bien a consolidar el incesante trabajo de demolición de estos principios por parte de lo que cabe calificar expresivamente como internacional de las religiones -y en vanguardia, los monoteísmo del libro-. Todos los pueblos tienen derecho a fomentar su identidad en el plano de la privacidad -como postula el laicismo-, y también el derecho de promover su independencia soberana frente a los coloniajes externos e internos; y a lograrla por la confrontación en el espacio público. Pero su último y primordial objetivo debe ser la emancipación y autonomía del individuo en el marco del laicismo como sistema de validez universal. Es éste el momento de declarar mi rechazo de fórmulas engañosas y manipuladoras, de las que representa un arquetipo la bautizada como laicidad abierta, que equivale a otorgar un estatuto privilegiado a todas las religiones.

* Colaboración para América Laica

Laicismo y libertad religiosa

Por Andrés Ortega

La libertad religiosa está mejor garantizada en los países en los que hay separación entre Iglesia y Estado. Tras escribir esta frase pensando en algunas sociedades en que las que la musulmana es la religión oficial, me percaté de que simplemente no era verdad. No lejos de nosotros podemos encontrar varios ejemplos: En Inglaterra, no sólo hay una iglesia oficial sino que la Reina es la cabeza de la Iglesia Anglicana (y por eso hay también reticencias a ver subir al trono a su hijo Carlos al estar ahora casado con una divorciada). Es hoy una de las sociedades más descreídas o en las que la religión pesa menos en la vida individual de los ciudadanos. En Noruega o Suecia también hay una religión de Estado. Incluso en Grecia, pese a no ser una monarquía. Y sin embargo, en todos estos países hay una plena libertad religiosa.

El concepto de lo laico puede llegar a ser irreal. En Holanda un 60% de las escuelas son religiosas. En Bélgica quizás incluso más. Siempre financiadas por el Estado. En España la mayoría de la enseñanza concertada (es decir pagada y supervisada por el Estado) es católica. En muchos países europeos hay regulaciones que no están en alineadas con la teórica separación entre Iglesia y Estado. En EE UU, una de la sociedades más religiosas del mundo, hay una separación formalmente tajante entre religión y Estado, pero el factor religioso -que no cabe olvidar está en su origen- está muy presente en la vida pública y crecientemente en la política.

Se dice a menudo que el laicismo y la separación Iglesia-Estado nacieron de las guerras de religiones del siglo XVI. No es así. Lo que salió de aquellas guerras del siglo XVII fue el principio de una sola religión de Estado, según la máxima cuius regio, eius religion (de tal rey, tal religión), y el de la tolerancia. Las batallas por el laicismo se dieron sobre todo en el siglo XIX. Y probablemente vuelvan en parte, no sólo en Europa, ante el crecimiento del religionismo, es decir, de un nuevo intento de hacer penetrar las religiones en el Estado. Aunque cada vez con mayor dificultad dada la mayor diversidad de los credos. El nuevo laicismo en democracia tiene que tener en cuenta e incorporar esta diversidad, fomentar la libertad religiosa, pero también la idea de que ésta debe incluir la libertad a criticar cuestiones religiosas, con respeto, responsabilidad y conocimiento.

Libertad y laicidad

Reina Reyes

Introducción.-
Trayectoria vital y obras.-
Visión antropológica.-
Importancia de la educación para el hombre.-
Educación y libertad de enseñanza...dificultades.
Precisiones del término laicidad.-
Laicidad.-
Laicidad y democracia.-
Educación y laicidad.-
Los medios de comunicación.-
Conclusión.-
Bibliografía.-


"LAS EXIGENCIAS DE LA TIERRA HACEN NECESARIO APRENDER: LA CONVIVENCIA HACE NECESARIO AMAR Y COMPRENDER"
Reina Reyes


INTRODUCCIÓN
La presente exposición no es más que un acercamiento a las principales ideas y al gran legado que nos ha dejado una de las más grandes intelectuales uruguayas.
Su visión antropológica es enriquecedora en cuanto conjuga su pensamiento con algunas de las principales ideas de pensadores como S. Freud, J.P.Sartre, Piaget o J.Dewey.
Esta postura del ser humano es enmarcada dentro de un contexto social democrático que Reina ilustra como fundamental para el desarrollo de la educación.
La educación como acción generadora tiene fundamentos esenciales como la Laicidad que el docente debe aceptar y llevar a cabo para una integración cabal del ser.
Por otra parte los medios de comunicación que juegan un papel preponderante en el mundo actual deben ser medidos de forma tal que el individuo sea capaz de decodificar y seleccionar lo que contribuya a su desarrollo y desechar lo que no.
Es con gran optimismo que nos dice: " ES POSIBLE ALCANZAR LA LIBERTAD PARA EL HOMBRE Y PARA EL SISTEMA SOCIAL DEMOCRÁTICO: LA LAICIDAD ES EL CAMINO DE SU CONSTRUCCIÓN Y DE SU CONQUISTA".
Reina hace hincapié en que el bienestar del individuo; su realización, esta enmarcada por la acción del estado y por quienes en un marco democrático se desempeñan con la acción y el principio ético de la laicidad para desarrollar las capacidades intelectuales y emocionales y así constituir el "Hombre Situado" para un mejor relacionamiento con el prójimo.
Asimismo, Reina, no cree que la educación pueda resolver los problemas económicos ni sociales, ni que haya que resolver éstos primero que la cultura.
Aclaremos que en el presente trabajo, todas sus partes aunque se muestren separadas, pertenecen a un sistema uniforme donde cada elemento es parte inherente a la idea global de libertad y laicidad indispensable para que se lleve a cabo la acción laica. Es impensable admitir la laicidad sin libertad en un marco democrático que le permita obrar por medio de la educación.
1.- TRAYECTORIA VITAL Y OBRAS
Reina Reyes es sin duda una de las grandes intelectuales del siglo XX en el Uruguay. Autodidacta y ecléctica, supo rescatar lo más significante de los pensadores en todas sus ramas para conformar una filosofía realista con una visión actual y necesaria para nuestra educación.
Nace en 1904 y muere físicamente en 1993. Maestra de formación, es una de las fundadoras del Ateneo de Montevideo.
Gana por concurso la cátedra de pedagogía del I.M.S. y de los II.NN. militante activa de causas populares, de movimientos de defensa de la Educación pública, de la Educación Laica, de la Educación rural, de la Autonomía Universitaria, de los Derechos del Niño y del Adolescente.
Fruto de sus experiencias en el Hogar Femenino del I.NA.ME. N°1, escribe "Psicología y reeducación del adolescente" en 1949 la cual se publica 40 años más tarde, donde se adelanta la idea de "salud mental" que se daría como fruto de las condiciones de vida y de una perspectiva de género.
Sus principales obras son de 1944 "Escuela Rural que el Uruguay Necesita".
1946 "La educación Laica". 1957 "Anales de Instrucción Primaria". 1963 "Psicología y reeducación del adolescente". 1973 "¿Para qué futuro educamos?".1993 "El derecho a educar y el derecho a la Educación".
2.- VISION ANTROPOLOGICA
En su concepción del hombre establece un rechazo ante la postura del Humanismo Idealista abstracto y especulativo, propio de la ilustración que tenía una interpretación estrictamente matemática del universo. Las piedras angulares de esa convicción eran la razón, representada por el carácter infalible de la ley natural, Ley natural, conjunto de principios que, en ética, teología, derecho y teoría social, remite a lo que se supone son las características permanentes de la naturaleza humana, que pueden servir como modelo para guiar y valorar la conducta y las leyes civiles. La ley natural se considera, en esencia, invariable y aplicable en un sentido universal. A causa de la ambigüedad de la palabra "naturaleza", el significado de natural varía. Así, la ley natural puede ser considerada como un ideal al que aspira la humanidad, o un hecho general entendido como el modo en que actúan por norma o regla general los seres humanos. La ley natural es diferente de la ley positiva, establecida por la sociedad civil.
También por el progreso, por la marcha del hombre hacia el saber y la paz, que era una condición utópica que debía, eventualmente, garantizar el completo desarrollo de la cultura europea.
Su propuesta se vincula con lo que llama Humanismo Real el cual lo conforman dos ideas: 1°: la de "Hombre concreto" que es el que conocemos todos, el hombre real, con sus aspiraciones, necesidades biológicas y espirituales.
2°: la de "Hombre situado" que está condicionado y que se explica por las relaciones económicas, políticas, culturales y sociales que le tocó vivir.
Es decir, que el Medio, condiciona todas las manifestaciones naturales y culturales y el hombre saca de ese medio su supervivencia en ese entorno.
Su accionar marca una visión ecléctica frente a conceptos y teorías. Es difícil determinar sus influencias pues son muy variadas. Fue una autodidacta cuyo eclecticismo conformó una rica y productiva visión del hombre, su papel para consigo y los demás, el estado, y la educación.
Manifiesta adhesión a la filosofía marxista y sus seguidores como Georges Burdeau (1985, "La democracia") o Herbert Marcuse miembro de la escuela de Frankfurt y cuyo pensamiento tuvo influenciado por C.Marx y S.Freud y también por el existencialista M. Heidegger. También acepta la postura del Psicoanálisis de que en el hombre existen dos fuerzas una creadora otra destructiva en constante antagonismo, y la estructura del "aparato psíquico" de Sigmund Freud.
La lista continuaría con E.Fromm, un pensador ecléctico y uno de los líderes y principales exponentes del movimiento psicoanalítico de nuestro siglo. Fromm afirma que los tipos específicos de personalidad tienen que ver con pautas socioeconómicas concretas además lo cual significaba romper con las teorías biologistas de la personalidad para considerar a los seres humanos más bien como frutos de su cultura. Además señala que el hombre posee un afán de lucha por encontrar nuevas soluciones creadoras para sus problemas y cierta libertad para crear su propio destino y elegir entre sacrificar su yo individual o adaptarse a la sociedad lo cual esa dicotomía lo asusta; provocándole "miedo a la libertad".
J.P. Sartre fue otra influencia y éste, concebía a los humanos como seres que crean su propio mundo al rebelarse contra la autoridad y aceptar la responsabilidad personal de sus acciones, sin el respaldo ni el auxilio de la sociedad, la moral tradicional o la fe religiosa. Al distinguir entre la existencia humana y el mundo no humano, mantenía que la existencia de los hombres se caracteriza por la nada, es decir, por la capacidad para negar y rebelarse lo cual le confiere un "compromiso vital". Su teoría del psicoanálisis existencial afirmaba la ineludible responsabilidad de todos los individuos al adoptar sus propias decisiones y hacía del reconocimiento de una absoluta libertad de elección la condición necesaria de la auténtica existencia humana. Afirmaba que la influencia de la sociedad moderna sobre el individuo es tan grande que produce la serialización, lo que él interpreta como pérdida de identidad y que es equiparable a la enajenación marxista. El poder individual y la libertad sólo pueden recobrarse a través de la acción revolucionaria colectiva.
Además de los pensadores citados también toma en cuenta la postura psicológica cognitiva de Jean Piaget que proponía que el niño pasa por cuatro estadios en el desarrollo cognitivo, que están relacionados con actividades del conocimiento como pensar, reconocer, percibir, recordar y otras.
El "Derecho a la Educación" también propuesta por Piaget es fundamental en cuanto permite comprometerse con la historia, transformarla para que sea un derecho para todos los hombres.
También ha citado el pensamiento de Jhon Dewey para el cual el hombre es "uno" y su "ambiente". Los principios educativos de Jhon Dewey, proponían el aprendizaje a través de actividades de diferente índole más que por medio de los contenidos curriculares establecidos y se oponían a los métodos autoritarios. Dewey pensaba que lo ofrecido por el sistema educativo de su época no proporcionaba a los ciudadanos una preparación adecuada para la vida en una sociedad democrática. Consideraba además, que la educación no debía ser meramente una preparación para la vida futura, sino que debía proporcionar y tener pleno sentido en su mismo desarrollo y realización. Su trabajo y sus escritos influyeron significativamente en los profundos cambios experimentados en la pedagogía de Estados Unidos en los inicios del siglo XX, manifestados en el cambio del énfasis de lo institucional y burocratizado a la realidad personal del alumno.
R.Reyes; se opone crucialmente al estado positivo (razón, paz y progreso); a la concepción de la educación tradicional y enciclopedista; a la visión kantiana del individuo por ser excesivamente abstracta y al utilitarismo que interpreta la libertad como realidad individual.
La integración de lo racional y lo irracional del hombre también enmarcan su visión acerca de él. Critíca el pensamiento concebido por el período precedente a la ilustración y que culmina con éste, de que la razón es la verdadera naturaleza del hombre debido a que se desconoció que la existencia de la razón depende de un renovado y permanente proceso de conquista de lo irracional. La vida actual crea situaciones que determinan una red de variables internas y externas de conductas que el hombre debe comprender lo cual estaría en algunos aspectos al margen de la razón.
3.- IMPORTANCIA DE LA EDUCACIÓN PARA EL HOMBRE
La educación es crucial para construir el hombre situado y comprometido con los otros y para conquistar su libertad autónoma y participativa.
La educación interviene para integrar los dos aspectos, lo racional y lo irracional.
Otro fin de la educación es estructurar las condiciones innatas de pensamiento reflexivo y estabilidad emocional.
La excesiva importancia concebida al cultivo de lo intelectual en las instituciones educativas puede traer graves consecuencias como el egoísmo, conductas individualistas, etc.
El mayor valor en la educación está marcado por la afectividad, por la manera de vincularse con un sentido de igualdad.
Es importante realizar una acción integradora que satisfaga las necesidades afectivas del ser y encauce la emotividad pues de lo contrario quedaría lo irracional a merced de los instintos favoreciendo tendencias regresivas sobre lo que la razón no puede dominar.
Es defensora de la Educación Nueva que contempla al sujeto en forma más integral.
América Latina debe alcanzar la liberación del imperialismo económico y cultural y al mismo tiempo lograr la integración de los pueblos. En este proceso doble "liberarse integrándose", juega un papel decisivo la educación.
Será necesaria una educación intelectual y afectiva, que logre el cultivo de los sentimientos interhumanos: cooperación, solidaridad, camaradería, etc.
La educación debe brindar los medios para que el individuo pueda participar de su medio para construirse como hombre situado; para vivir en situación.
El hombre es un ser activo que interviene, acepta, rechaza o transforma el medio generando así la cultura.
La educación prepara para la libertad y para una autonomía completa que lleva al respeto de los otros.
Este derecho debe procurar el desenvolvimiento de la personalidad, el derecho a encontrar en la escuela la construcción de una razón activa y de una conciencia moral importante. Para conformar estos tres aspectos es indispensable un "clima de libertad" en la relación pedagógica.
Lo necesario, implica la obligatoriedad sin excepciones, la gratuidad en todos sus aspectos, y una acción pedagógica que promueva el desarrollo íntegro.
4.- EDUCACIÓN Y LIBERTAD DE ENSEÑANZA
Es preciso hacer una apreciación respecto de algunas palabras y más precisamente de los términos "Libertad" y "Enseñanza" pues su uso diverge de su contenido ideológico.
La expresión "Libertad de Enseñanza" fue usado por primera vez en Francia cuando frente a la Iglesia que tenía el legado de la enseñanza; los padres reclamaron para sus hijos una formación no ortodoxa. Asimismo, también se la usó para defender la libertad de trabajo de los maestros.
Posteriormente, ante la acción del liberalismo que condujo a la separación de la Iglesia y del Estado fue utilizada por la Iglesia y por los padres para reclamar ante el estado el poder educar e sus hijos en instituciones no estatales.
En esta democracia liberal se consideraba la libertad como condición innata, por lo cual la organización política debía proteger esa libertad frente a los abusos del Poder.
Este último sentido de la expresión "libertad de enseñanza" es el que se usa entre nosotros.
En nuestro tiempo la acción de educar, por sus efectos sobre lo humano sólo puede ser comparada a la de la medicina, cuyo ejercicio puede beneficiar o perjudicar al paciente.
En sus orígenes la palabra enseñar significó, acción de develar, correr los velos que ocultan una realidad; como fue la actividad emprendida por Sócrates que conducía al pensamiento lógico y a la formación moral.
En el transcurso del tiempo y con la influencia de Herbart, denominó la transmisión de conocimientos y destrezas de una a otra persona, perdiendo la connotación inicial.
En el sentido actual la palabra "enseñanza" supone dar a otro lo que no se posee. Y esta acción puede perjudicar si supone la transmisión de valores que deberían quedar librados a una posterior elección personal y que condicionan la conducta.
En cuanto a la palabra "Libertad" su sentido también es equívoco. Se ha usado para necesidades de expresión muy diversa.
Hay que distinguir su significado de ausencia de coacción, fuerza o violencia que impide a la persona hacer lo que quiere, y su significado cuando denomina la capacidad individual, variable en cada momento de la vida de cada uno, para elegir entre una y otra acción posible o imaginable.
Corrientemente es utilizada en el primer sentido. Están entonces los que la utilizan para oponerse a la existencia de situaciones políticas o económicas contrarias a la persona, o que se dicen contrarias a ella y más válido aún los que utilizan la expresión "libertad de enseñanza" como forma de defender un derecho a educar implícito en ella, es decir; defender una acción de formación impuesta desde afuera y referida a la estructura total del ser en formación.
La libertad individual y su necesaria sumisión a las disposiciones legales del orden democrático obliga a distinguir dos formas de libertad: la libertad - autonomía (o lib. Individual) y la libertad social (o lib. de participación) que supone una relativa ausencia de restricción que tiene su razón de ser en la necesidad de asegurar un margen igualitario de libertad para todos.
La libertad - autonomía es ser nosotros mismos, y la forma más plena de serlo es aquélla en que lo somos de manera más total. O como dice Fromm "la libertad positiva consiste en la actividad espontánea de la personalidad total integrada".
El término laicidad no figura expresamente en la constitución, no obstante la esencia de esta radica en la libertad de conciencia íntima del ser humano, y en nuestra constitución existe toda una teoría de la libertad contenidas en los artículos: 9, 10 libertad personal al 27, 36 y 53 libre elección de libertad laboral, 38 derecho a reunión; 39 derecho a asociación de un hombre con otro cuya modalidad esta constituida por la institución que forja y gesta los hábitos de libertad de conciencia, 52 que no podrá obstaculizarse ningún tipo de expresión del sentimiento y del pensamiento religioso, 54 y 58 que contienen el principio cardinal de la laicidad: "los funcionarios están al servicio de la Nación y no de una fracción política. En los lugares del trabajo queda prohibida toda actividad ajena a la función, reputándose ilícita la dirigida a fines de proselitismo de cualquier especie".
El 68 que evita el monopolio de la enseñanza, 72, 205 que prohibe a los órganos típicamente politizados del Estado modificar las resoluciones de los entes de enseñanza y el 332.
Como ya se menciono; es del existencialismo de J.P.Sartre que extrae la concepción del hombre como proyecto, y por tanto su libertad que no se concibe como innata ni como algo adquirido para siempre serás más bien producto del esfuerzo constante para la realización y afirmación de la persona, será un proceso en continuo devenir, fuerza creadora que puede crecer o disminuir.
De Eric Fromm cita su concepción de que cada hombre va construyendo su libertad en un juego dialéctico entre la libertad - autonomía (libertad para) y la libertad - participación (libertad de) es decir el juego dialéctico entre cumplir con los proyectos personales y cumplir con lo que la sociedad espera de nosotros.
El hombre libre se mantendrá en tal condición siempre y cuando se encuentre en contínua defensa frente a las múltiples amenazas de enajenación a que está expuesto. El ser libre depende en gran medida de su capacidad reflexiva y de su equilibrio emocional. La autonomía radica en la capacidad de ajustarse con espíritu crítico a las normas de comportamiento de la sociedad.
La libertad de pensamiento se manifiesta siempre y cuando tengamos nuestras propias ideas para proyectarnos en sociedad a su vez reclama la libertad de expresión, la cual ésta es una libertad social y en relaciones de igualdad.
La libertad de expresión debe ser considerada como el fin más importante de la organización política de las democracias, ya que en una concepción ideal la democracia supone libertad de pensamiento y de expresión. Las libertades sociales pueden acrecentarase.
Este juego de libertad y de respeto a la libertad en el orden de pensamiento, esta relación de derecho y de deber, es lo que constituye la laicidad.
La laicidad es la proyección de la libertad de pensamiento en relaciones sociales de igualdad. Por ello se afirma que la laicidad es condición intrínseca del ideal democrático.
La libertad de pensamiento es función individual en tanto que la laicidad es función social ya que sólo se acusa en situaciones sociales.
La "libertad de enseñanza" es asimilable a las libertades de pensamiento y de expresión. Con esas libertades se asegura la mayor autonomía de todos. La libertad de enseñanza es el "derecho que tienen los padres de elegir la enseñanza que quieran para sus hijos."
Sin embargo la libertad de pensamiento del niño parece estar limitada cuando se elige su educación.
La reciprocidad y no el sometimiento es garantía de libertad individual y de convivencia armónica.
La "libertad de enseñanza" supone el ejercicio del derecho a educar.
5.- PRESICIONES DEL TÉRMINO: LAICIDAD.
El origen del término deriva de Laos que es pueblo no jerarquizado en oposición al Klero que en griego significa la clase social detentora de ciertos privilegios sancionados por la costumbre o por la ley. El término Laico designó a quien no pertenecía al clero pero estaba sometido a la autoridad de éste.
De Laico derivó Laicismo que denomina a la doctrina que defiende al hombre y a la sociedad civil de influencias eclesiásticas porque considera a las religiones y a los cultos como fenómenos ajenos al Estado. El laicismo dio origen al Estado laico que reconoce la multiplicidad de concepciones de vida y mantiene una posición neutral con respecto a ellas, garantizando el libre ejercicio de todos los cultos, sin reconocer un culto oficial, evitando con ello toda intromisión de la autoridad religiosa en la autoridad civil.
El término Laicismo supuso un pensamiento y una acción para oponerse a una determinada religión y a sus enseñanzas en los dominios del Estado.
Laicizar es hacer una institución independiente del poder religioso.
La Laicidad se plantea como principio ético y como forma de actitud de vida y convivencia que permite la vida en democracia. La Laicidad no es una ideología, no es una filosofía, es una sabiduría , es una manera de ser, de sentir, la cual se siente, se vivencia.
La esencia del juego dialéctico entre las libertades de autonomía y la participación que permite la construcción del hombre "situado y libre" es la Laicidad.
La laicidad responde al espíritu del Humanismo que proclama la dignidad de la persona humana, respeta la individualidad de cada hombre concreto y deja a la libre elección personal los valores en los dominios de la filosofía, la religión, la política, el arte.
Laicidad es libertad despojada de las intenciones agresivas que frecuentemente desnaturalizan el sentido del término.
El ideal de laicidad supone "una actitud intelectual y moral por la cual la persona realiza su autonomía en relaciones recíprocas con otras conciencias".
6.- LAICIDAD
El término Laicidad también como en los expuestos anteriormente exige también realizar una diferencia entre su significado ideológico y su uso.
LAICIDAD ES UNA MANERA DE ACTUAR RESPETUOSA DE TODAS LAS IDEAS.
"Cuando los alumnos requieren conocer el criterio del profesor, éste, si acepta la laicidad, no tiene ningún inconveniente en contestar, respetando todas las posiciones, porque es contraproducente negarse a tener y a dar una opinión en un conflicto en el que estamos todos comprometidos." Reina Reyes de El derecho a educar y el derecho a la educación (1972). Ed. Alfa.
Contrariamente existe otra postura como la de Palomeque que plantea que se puede hacer uso de la laicidad aunque uno no exprese cierta posición o postura ideológica o partidaria.
A lo largo del tiempo se ha modificado el significado para llegar a tener en la actualidad un contenido ideológico que se identifica con el espíritu del humanismo en lo que éste supone respecto a la diversidad de lo humano.
El respeto, hace a la laicidad; a diferencia de la idea de tolerancia que parece insinuar soportar como un favor las ideas contrarias a las propias. Del diccionario se pueden extraer importantes diferencias pues mientras que tolerar es sufrir, llevar con paciencia, soportar, aguantar, la palabra respeto implica "tener miramiento" es decir conlleva una acción de observar, considerar; que significa pensar, meditar, reflexionar algo con atención y cuidado.
La laicidad no es generosidad sino impulso de justicia que emana de la igualdad de los hombres. Quien considera sus ideas superiores a las del otro tiende a imponerlas, quien acepta permisivamente sin análisis; al aceptar las ideas del otro enajena su pensamiento, quien se siente igual a otro hombre respeta sus ideas.
"La laicidad supone interés en lo que otro dice y en lo que otro piensa".
7.- LAICIDAD Y DEMOCRACIA
La escuela pública del estado democrático ha de ser necesariamente laica.
La Democracia sería para Reina el sistema político que asegura la libertad del hombre. Es el único régimen que concilia la libertad del hombre con el orden político y reconoce implícitamente la laicidad como condición para la convivencia. Permite el cumplimiento de los Derechos Humanos.
La esencia de la democracia radica en la libertad de expresión y de pensamiento.
El ideal democrático que une igualdad y libertad reconoce que la libertad efectiva y de oportunidades depende del igualamiento de las condiciones políticas y económicas mediante las cuales los hombres son libres de hecho y no metafísicamente.
Compartiendo ideas con G. Burdeau (y su obra "El liberalismo político"); Reina rechaza rotundamente un estado liberal positivista por ser una organización normativa de la sociedad, donde la libertad no se asegura.
Asimismo comparte el sentimiento de que de las ideas de Democracia y libertad son inseparables.
Dado que el hombre no puede asegurar por sí su existencia ni conquistar su libertad, cuando su situación social no es favorable para ello, el estado democrático es quien debe asegurar las condiciones de vida que permitan al hombre un desarrollo integral.
La laicidad supone un ideal de convivencia basado en el respeto a la persona e implica una actitud opuesta a toda presión coercitiva para el pensamiento y para los sentimientos individuales en los dominios de la religión, de la política o de la filosofía.
La laicidad es un elemento esencial de las democracias instituidas y resulta fácil establecer la similitud entre el contenido de las palabras "Laicidad" y "Democracia" cuando ésta se entiende como forma de vida. En otras palabras el orden democrático supone el reconocimiento de los derechos y libertades individuales y la acción para hacerlos efectivos en los cuadros de la vida social con exigencias de igualdad.
El estado-educación y la estructuración de las políticas educativas deben brindar las características que aseguren el "Derecho a la Educación" para todos.
Su postura del estado se vincula con una idea protectora de los derechos individuales y la realización de la persona humana, con fines intervencionistas y socializantes.
La asociación de los gobernados permite una "libertad de participación" que impide a los gobernantes que impongan medidas arbitrarias.
Las religiones positivas y los sistemas filosóficos o políticos construídos sobre la idea de una personalidad excepcional o de una raza privilegiada, fomentan actitudes de origen emocional que difícilmente pueden se objeto de una posterior crítica liberadora.
La democracia permitiría la libertad de enseñanza, libertad de aprender, y la libertad de elegir maestro.
8.- EDUCACIÓN Y LAICIDAD
Existen dos posturas básicas en las que la educación puede hacer hincapié que no se excluyen pero se diferencian por el énfasis con que valoran el pasado y el futuro. Puede considerar la función educativa como un conducir al educando a adaptarse pasivamente a la comunidad aceptando totalmente los valores que se dan en esta; o puede sostener que la educación desempeña un papel creador que puede modificar y superar el ámbito del cual deriva.
Es claro que su pensamiento es opuesto a la imposición y a la educación dogmática que perjudican al desarrollo del alumno poniendo trabas al pensamiento reflexivo y afectivo pues cultiva el asentimiento a la autoridad restando posibilidades para la afirmación del yo y por ende, para la libertad - autónoma.
Para hacerse factible la laicidad puesto que es un "valor", una dimensión ética y una actitud dialógica entre individuos necesita de la educación.
La conducta laica exige un ambiente social favorable, un proceso educativo adecuado.
Los métodos de educación especialmente los de la escuela nueva (método inductivo: Observación; Generalización; Confirmación) generarán el clima de laicidad.
Solo mediante la educación que tenga como centro la reflexión, la libertad en oposición a la coacción y que genere el sentimiento de respeto e igualdad entre los hombres pueden conformar una integridad de la personalidad en desarrollo.
La educación laica que procura eliminar en lo posible la imposición de dogmas políticos, religiosos o pseudo-científicos, favorece la duda, cultiva la observación objetiva de la realidad y hace posible el pensamiento reflexivo y el juicio crítico, respetando así las características intelectuales y afectivas de cada individuo.
9.- LOS MEDIOS DE COMUNICACIÓN
El mundo de la comunicación electrónica y el de la educación se ven pensionados, pero ambos compiten en la función de la socialización.
La imagen móvil es negativa en cuanto se da una inercia de pensamiento, pobreza imaginativa y debilidad de concentración.
El sistema educativo debe priorizar el proceso de aprendizaje, la interacción, la comunicación de doble vía, diferenciándose de los medios masivos donde interesan los resultados, los productos, logrados por una sola vía.
La educación está desvinculada de los requerimientos del aparato productivo, de las exigencias de la sociedad. Los saberes transmitidos no son los requeridos y no pueden competir con los mensajes de los medios de comunicación.
El desafío de la educación es desarrollar la capacidad de juicio crítico, precaución y elaborar procesos para discernir los peligros de los conocimientos falsos y del poder ilusorio de lo vitual que promociona el efímero y banal goce estético del mundo de las imágenes.
CONCLUSION
Los aportes de Reina Reyes han sido invalorables. Ha defendido una pedagogía Humanista y se ha opuesto con vehemencia a la enseñanza tradicional.
Lo que para Sócrates era la admiración la que conducía al conocimiento análogamente para nuestra Reina es la laicidad la que conduce a la convivencia. El análisis y defensa de este concepto sumado a la preocupación y al desafío que los medios de comunicación proponen a la educación, son contribuciones valiosísimas para el pensamiento uruguayo.
Con actitud crítica puedo decir que sus prolíficos ideales y su fe puesta en la democracia son muy valiosos, pero lamentablemente vemos que la realidad nos demuestra que tampoco la democracia nos da garantías para que desaparezcan las diferencias ni para que la libertad llegue a todos por igual.
La libertad en sus variados matices y situaciones es un estado indispensable pero muy relativo y a veces utópico.
La brillante y necesaria idea pansofica de Comenio de "enseñar todo a todos" se establece en la actualidad como una posibilidad utópica de llevarse a cabo.
Las políticas educativas actuales siguiendo la postura del F.M.I. y del Banco Mundial pretenden la igualación a un nivel educacional básico y el empobrecimiento intelectual de todo el que aspire a la formación terciaria, lo cual se intenciona la mantención y el enriquecimiento de una élit oligárquica que puede pagar una educación avalada por el mercado e inalcanzable para la mayor parte de la sociedad.
En el momento actual se ve acentuado un mal de siempre, uno de los complejos problemas como lo es la marginalidad y peor aún, la exclusión, que deja sin posibilidad de participación en el sistema social a miles de seres, limita la libertad de acción al no hacerse factible y se replega exclusivamente a los dominios del pensamiento conformándose en mera ilusión.
Junto a esta enfermedad social están en debate otros tales como, la crisis del sistema educativo, la falta de equidad, la baja calidad, poca eficiencia, el análisis de políticas y estrategias de calidad, etc., que perjudican la cultura.
A pesar de lo antes mencionado el comprometerse con una actitud laica y real significa reconocer para sí el derecho a pensar y sentir pero también reconocer en los otros el mismo derecho, respetando, meditando la situación del otro para intentar intervenir y solucionar las situaciones adversas.
Esta actitud sería un buen comienzo para educar en la diversidad, para respetar la multiculturalidad, hacer posible la inclusión e integración ya sea desde el punto de vista de la capacidad o de la condición económica y enfrentar los problemas antes mencionados que enferman la cultura.
Reina reconocía que en el acto educativo no se consigue todo, ni sólo lo que se desea. El rol docente encuentra limitaciones para el pleno desarrollo; en una primera instancia lo encuentra en el aula con estudiantes que con su actitud reflejan la problemática de su ámbito familiar y esto es la notoria repercusión de las deficiencias de un contexto macro, político y económico.
La laicidad es una acción y principio ético fundamental pero no el único.
La democracia es también fundamental pero las garantías que brinda para la igualdad y la libertad son limitadas pues la relevancia no es igual en un Estado Benefactor que en un Estado Prescindente (que deja de lado la dignidad del hombre, exaltando los factores económicos) como el que estamos inmersos. El orden democrático supone el reconocimiento de los derechos y libertades individuales y la acción para hacerlos efectivos; pero un simple "reconocimiento" no garantiza la efectividad de la libertad.
Las condiciones favorables para el progreso en todos los ámbitos gira en torno a la acción económica que se lleve a cabo dentro de este sistema. La aceptación del neoliberalismo y del capitalismo exacerbado velan las posibilidades de avanzar en la equidad, dando ventaja a unos pocos de controlarlo todo, e injustamente establecer una diferencia de calidad educativa entre los que pueden pagar mucho (lo cual le asegurará su inserción laboral futura) y los que no pueden adquirir educación por su condición (que serán los excluídos) aumentando las diferencias sociales en todos los ámbitos. Es así que los valores universales como de justicia social, respeto, equidad, etc., van quedando muy atrás en su realización y a la educación le es encomendada la tarea de reparar las falencias que trae aparejado el sistema económico mencionado.
Los medios de comunicación, la cibercultura, fenómenos estos de la globalización, nos invaden de mensajes que exigen ser decodificados. Ante esta situación la educación es un arma para hacerles frente; generando un poder reflexivo y crítico y así dar oportunidades para el ejercicio de la espontaneidad y para la socialización democrática.
En esta instancia posmoderna de la humanidad donde los valores de la modernidad se han exacerbado y tergiversado, es crucial que el ser, como lo establece Reina deba ir creándose asimismo mientras observa la creación de los demás, desarrollando sus competencias y formándose en valores, integrando lo emocional, lo intelectual, lo social, pilares básicos para el relacionamiento y la convivencia.
Para Reina el educador debe construir el futuro, para que éste sea mejor y más aun, para que los hombres sean libres.
Se nos presentan nuevos desafíos; igualdad de oportunidades; socialización; reconstrucción de conocimientos académicos, realización de proyectos comunes, solución de problemas pacíficamente, aprender a hacer y a ser, y decenas de ítems que van surgiendo de acuerdo a la "involución" de nuestra sociedad pero, a pesar de las limitaciones impuestas se lograrán quebrar las barreras de lo injusto y forjar una sociedad benefactora para el hombre.
BIBLIOGRAFÍA
Reyes, Reina. "El derecho a Educar y el derecho a la Educación" ensayo. Editorial alfa Montevideo. 1972.
Reyes, Reina. "Para que Futuro Educamos". Ediciones de la Banda Oriental. 1970.
Reyes, Reina. "Momento Actual del Pensamiento Pedagógico". Apartado de Anales CNEPYN.1995.
"
Revista de la educación del pueblo". Abril 1994 2da.Epoca. Numero 56, páginas 6 a 9.
Artículo "Reina Reyes: vigencia de su pensamiento".Reuniones de historiadores de la educación.
Autor: Diana Dumar.
"Revista de la educación del pueblo". Julio 1994 2da.Epoca. Numero 57, páginas 9 a 11.
Artículo "Reina Reyes: algunas claves para interpretar su obra".
Autor: Marta Demarchi De Mila
Directora del Dpto de Filosofía de la Educación de la Facultad de H.C. de la educación.
"Quehacer Educativo". Revista Técnico Docente N°12 (2da. época)- Diciembre- enero- febrero. Páginas 3 y 4. Artículo: "Reina Reyes nos dejó un compromiso". Simple y enormemente maestra".
"Alcance y significación teórico-prácticos de la laicidad" Material presentado por el Prof.: Agapo Luis Palomeque.
Seminario "Diversidad" "Marginalidad" A.N.E.P. Montevideo, 1998.


GIANNI ROSAS
apolo27@adinet.com.uy
3ro. Profesorado. Filosofia.
I.P.A. Uruguay
Comentarios
Agregar un comentario